Con la competición alcanzando Pekín, donde se jugaran los últimos partidos del torneo y con solo cuatro equipos con opciones de proclamarse campeón, toca pararse a pensar en como han discurrido los dos días de competición con más tensión hasta la fecha, con la sensación de que todo lo dicho hasta la fecha es ahora papel mojado.

El otro día les comentaba que dicha jornada no daba para tópicos… Pero esta vez es distinto. Hoy podríamos tirar de tópicos como «no se debe jugar con fuego porque te podrías quemar», «no vale de nada decir que puedes hacer algo y no demostrarlo», «más vale pájaro en mano que ciento volando», «quién avisa no es traidor», «perro ladrador, poco mordedor» o los ya consolidados en esta sección «nada es lo que parece (o tal vez sí)», «la vida sigue igual», que pese al nuevo formato, los hábitos son los mismos. Lo mejor (o lo peor, según quién lo lea) es que todos son ciertos en esta fase del torneo.

Empezando por los cinco primeros casos y aplicándolos a los dos grandes perdedores a estas alturas de la competición: Serbia y Estados Unidos.

Los dos grandes colosos de la competición en todos los ránkings hechos durante el torneo, y que han quedado fuera del torneo por coquetear demasiadas veces con el vértigo que daba verles ganar a pesar de todo, pero los dos grande contendientes jugaron demasiadas veces en busca del lucimiento personal, en vez del colectivo, sin entender los mecanismos de este tipo de torneos (avisos dados por otros a los que no hicieron caso).

Otro punto importante serían ciertas actitudes, ciertas formas de jugar que en cierto modo delataban una superioridad moral debido a la calidad. La falta de tranquilidad y exceso de temperamento de Nikola Jokic en ciertos momentos que parecían irrelevantes (y no lo eran) o la baja de un Jayson Tatum, que no fue suplida por nadie (el joven celtic dió un paso adelante, pero nadie más supo darlo con él de baja) creyendo que haciendo la guerra por su cuenta serían capaces de alcanzar las expectativas que debían lograr por balance histórico, pero no por lo que podían llegar a dar… Jugando demasiado a su estilo sin tener en cuenta el del rival, pensando que ellos no se quemarían jugándolo todo a esa carta, poniendo la mano para quemársela al respecto, dejando la posible demostración en una fanfarronada .

Siendo dos de los dos equipos de la competición, serbios y norteamericanos basaron demasiado su estilo en tratar de meter el balón desde más allá de la línea de 6,75, confiando en la estadística de que así serían más eficaces, sin tratar de destrozar en la pintura cuando más opciones tenían y viéndose abocados a jugar como pollos sin cabeza al ver que ni siquiera eso les podía servir, un hecho que los serbios no han hecho desde 2002 (su último título mundial) y un paranoia que regresa para los americanos tras trece años de imbatibilidad.

A 1972,1988,2002 (con Gregg Popovich de asistente de de George Karl),2004 (aquí de Larry Brown) y 2006 habrá que añadir 2019 (curiosamente un once de septiembre donde una tragedia de mayor magnitud cambio al país para siempre) en la lista negra de grandes errores del ‘USA Basketball’, por preferir (tanto ellos como los balcánicos) en confiar sus posibilidades de éxito en hacer volar desde la línea de tres que los vuelos sin motor o vuelos de los defensores tras movimientos al poste, cerca del aro (pudiéndolo coger con la mano tras la canasta asegurada).

Antes del torneo las expectativas decían que estos dos equipos eran candidatos a la victoria, pero tras enfrentarse a Italia o España y a Turquía respectivamente, los dos gigantes no hicieron caso a los avisos que la competición les estaba dando. Decidieron morir con sus principios, con su estilo patriota (ganar por y para mantener el orgullo nacional al respecto de este deporte). El seleccionador serbio, Sasha Djordjevic, dijo (en referencia principalmente a EEUU) que si se encontraban con ellos «que Dios les bendijera», afirmando con la seguridad de creer ser y sentirse superiores al resto… Y la bendición llegó, dejando aquellas palabras en una especie de ladrido vacío y sin argumentos a la hora de la verdad.

A los otros dos perdedores,República Checa y Polonia, habría que aplicarles en penúltimo argumento por competir al escandaloso nivel al que han competido aunque nadie les diera opciones de estar entre los ochos mejores equipos del mundo con la gran cantidad de nombres pero hicieron de tripas corazón y fueron más listos que el hambre para entender como debían jugar para poder hasta el último segundo, entendiendo del primero al último que debían de ser relevantes para lograr la utopía, tratar de asaltar el cielo mundialista, para tratar de decir ellos mismo hasta donde podían llegar con sus sueños y esperanzas.

Porque aquí el termino «lo importante es participar» sirve porque estarán en la lucha por lograr una plaza olímpica, porque el baloncesto impulsará a las jóvenes generaciones a repetir o superar estos hitos porque la idea de un campeón no se construye en un segundo si no que es un proceso de mejora constante que se ve plasmado en un instante, como expone el escritor Mario Luna en su libro «Psicología del éxito». Aquí parecía que lo importante era participar, y pese a la derrota, las apariencias no engañaban al respecto. Porque estar implica poder volver a intentarlo sabiendo el camino.

Y en el caso final, podríamos decir que la competición sigue con el mismo objetivo para los cuatro semifinalistas: Triunfar pase lo que pase. Porque la opinión público daba por muerto a todos aquellos que no tuvieran en sus plantillas los nombres señalados como grandes triunfadores de este Mundial. Pero triunfar el equipo y los hombres, no los nombres.

Porque a Francia no le pudieron los demonios del pasado, ni el vértigo a lograr cambiar lo que parecía ya escrito. Especialmente a un Frank Ntilikina del que se decía que no iba a ser capaz de lograr ser capaz de ser importante en un equipo ganador y realizó un partido de 10 puntos, 10 créditos de valoración y un +22 con él en pista. Si querían café, el les dió dos tazas.

Porque a Rudy Gobert, mejor defensor del mundo, le recordaron durante demasiado tiempo sus lágrimas al enterarse de que no había sido all-star. El ex entrenador Rudy Tojmanovich dijo tras su segundo anillo con los Houston Rockets que «nunca se debe subestimar el alma de un campeón»: El pívot francés hizo un clínic al respecto con una exhibición de 21 puntos, 16 rebotes, 3 tapones, un +26 con el en pista y un escandalosos 36 créditos de valoración. A pedir de boca en el día que el sueño de derrotar a Goliat se hizo realidad (con el truco de usar a su propio gigante).

De Argentina nos vendieron la moto de que sin la plana mayor generación dorada tardaríamos en ver a la albiceleste de nuevo en la grandes cotas de éxito. No han tardado ni un ciclo olímpico en acallar las habladurías y jucios realizados en base a las suposiciones ajenas.

Porque Scola a sus 36 años se niega a retirarse, porque pudiendo seguir bailando a cualquier defensor que se le ponga por delante en su camino hacía el aro, porque en su enésima juventud alguno sueña con verlo regresar a Europa para verlo hacer 20 puntos y 5 rebotes algún día que otro (tal y como hizo contra Serbia) que necesidad hay de dejar algo que ama.

En el Madrid se frotan las manos con el rendimiento de Facundo Campazzo, Gabriel Deck y su fichaje estrella, Nicolás Laprovittola, en estas alturas de la competición. Con 39 puntos, 12 rebotes y 16 asistencias (la mayor parte del trabajo hecho por ‘el Facu’, con el segundo doble-doble en unos cuartos de final para un jugador argentino incluido), a los blancos se les hace la boca agua pensando en lo goloso que puede ser verlos jugar el año que viene en el WiZink Center

Con Baskonia viendo como la consolidación de Luca Vildoza y la salud de Patricio Garino, junto con su consistencia, pueden servirles para tratar de dar el paso adelante en forma de títulos que llevan buscando desde 2010. Con 26 puntos entre ambos, los vitorianos esperan hacer grandes cosas en una fase donde se suponía argentinos «que triunfar era imposible», como pasó en 2002, pero para ellos ahora nada es imposible.

Porque España con las bajas de Nikola Mirotic, Serge Ibaka, Sergio Rodríguez, Álex Abrines o Pau Gasol (voluntarias u obligadas) parecía que los hubiera mirado un tuerto, hasta que llegaron a la situación de «ganar a (los herederos de la Antigua) Yugoslavia de 20 puntos arriba» (como dirían los Nikis en su mítica canción ‘El imperio contraataca’) mientras parecía que iban ganando a todos los rivales que se les ponían por delante como quién no quiere la cosa.

Porque Víctor Claver pasó de apestado a santo en un suspiro, siendo el ancla defensiva de un combinado que si no hubiera jugado sus cartas a la defensiva ya no las tendría. El valenciano fue vital en los esquemas de Sergio Scariolo, dirigiendo a un equipo que no jugaba de cara a la galería (incluso a veces parecía lo contrario) salvo excepciones que daban ese contraste saludable de cara a seguir avanzando en un torneo, donde para el «caminante no hay camino, sino que se hace camino al andar» (como diría Antonio Machado).

La excepción que rompía la regla del espectáculo es Ricky Rubio. El renacimiento de las expectativas depositadas en el hace más de una década, creando jugadas de trending topic, le dan la posibilidad de pelear como un hombre lo que lloró como un niño en lo Juegos Olímpicos.

Esa oportunidad que se dice que no tuvo el último Califa de Córdoba para mantener Al-Andalus la tendrá el de El Masnou para redimirse, para expulsar los fantasmas de aquella fría noche en Minneápolis que parecía mantenerle en un letargo del que hoy despierta, para que aquél chico maravilla que era deje de ser una añoranza en la memoria para pasar a ser la luz más brillante del equipo español. Una luz solar que deberá empezar a canalizar, porque pase lo que pasé en China, la necesitará en el desierto de éxito que es Arizona, donde esperan como vuelve el agua de mayo para remontar el vuelo en Phoenix.

Las irrupciones intermitentes de un Sergio Llull que parece ser capaz de anotar cuando la bola más quema, de un Rudy Fernández que parece ver la vida con otros ojos en una posición de liderazgo junto a un Marc Gasol que sigue rugiendo como un oso grizzly a pesar de que se este dedicando a desenterrar de su baúl de los recuerdos cada hueso de velocirraptor (cualquier recuerdo de su carrera) que le haga recordar aquella noche de Saitama de 2006 o aquella noche en Salt Lake City defendiendo con zapatilla en mano, como si estuviera riñendo a los atacantes rivales en 2015 (el año que acabó siendo mejor defensor del mundo con su inteligencia cerrando el aro propio) para repetir éxitos pasados.

La retaguardia bien cubierta con Pierre Oriola o Pau Ribas, poniendo toda la carne en el asador para que la inteligencia o la fuerza cubran donde no llega la calidad además de los hermanos Hernangómez fogueados en ultramar y defendiendo los colores patrios allende los mares dan buenas sensaciones a pesar de la desconfianza que había en ellos. Con Quino Colo, Javi Beirán y Xavi Rabaseda (en ese orden) esperando a ser llamados a filas sin rechistar por saberse el último recurso, la autodenominada ‘familia’ demuestra que unida jamás será vencida.

Con Australia siendo lo que quiere ser, esa cooperativa donde todos comparten y cada uno da lo que le falta al de al lado, estando ante la oportunidad más grande de su historia para reventar los registros y ser la primera selección oceánica en alcanzar la cima mundial sabiendo que debe seguir desconfiando, aguantar el ritmo del rival, para desencajarle la sonrisa de la en el último segundo cuando ya no le puedan poner remedio.

Porque Bogut sigue tirando con aquella mano que se partió en un fatídico choque con Amar’e Stoudmire cuando ambos esperaban ser leyenda, con la diferencia de que el australiano tiene un anillo y sigue peleando por alcanzar la pepita mundialista. Al pívot talento no le sobra y prueba de ello es que sigue demostrando que puede aguantar las arremetidas que le lleguen mientras lidera a su equipo por experiencia, continuado el legado de David Andersen.

La eficacia de Patty Mills, la virtuosidad de una nueva versión mejorada de un Joe Ingles que se actualiza más que cualquier ordenador personal y con la alegría de que Jock Landale se haya erigido en una alegría más para el futuro baloncestístico del país; este equipo aspira a seguir soñando hasta que se les acabe la cuerda o a que las musas triplistas de Chris Goulding desaparezcan, porque tener ese elemento extra de que cualquier jugador pueda reventar el partido puede hacerlos ganadores si saben y pueden usarlo.

Porque a pesar de todo, y quién confía demasiado se olvida, en esta fase del torneo toca ganar porque nadie se acuerda del que pierde, porque no se puede dejar nada al azar, nada es baladí cuando te estas jugando una cita con la historia y un descuido por sobre confianza la puede cancelar en cualquier momento.