El actual jugador franquicia de los Houston Rockets está teniendo muchos más detractores de los que debería tener un jugador de sus calibre y clase con todo el potencial baloncestístico que despliega en cada uno de los partidos que disputa, aunque este hecho no sea una excepción en la historia de la NBA.

La tercera definición de estigma según la versión en español del diccionario Oxford es la siguiente: «Señal no física que constituye una deshonra para alguien y que provoca rechazo social». Esta definición sirve perfectamente para explicar el rechazo actual sobre la figura de James Harden, quién está sufriendo críticas por parte de una corriente social de contraria a su estilo de juego, más grande de lo que debería, siendo algo así como ‘odio’ extraído de forma incorrecta hacia su persona por el juego que despliega, siendo que habría que reconocerle la gran labor que esta realizando en una pista de baloncesto.
Harden recuerda al personaje al último gran personaje de Pérez Reverte, Falcó, en un momento donde la colectividad manda. Según el propio autor: » El mundo de Falcó era otro, y allí los bandos estaban perfectamente definidos: de una parte él, y de la otra todos los demás», siendo el de Harden un mundo donde él tiene que hacer todo lo posible para tratar de ganar, sea quién sea el rival, siendo esto una molestia para el aficionado medio de la NBA, quién solo quiere ver espectáculo, y no a un tipo que constantemente esta forzando errores ajenos en beneficio suyo (ya sea parando el juego tras recibir faltas para obtener tiros libres o ‘dejando en el suelo’ a los jugadores rivales a que tratan de pararle).
Puestos a ver su situación, la perspectiva de James Harden podría ser algo así como cuando Nach decía en la canción ‘Esclavos del silencio’ la frase «hasta el lobos solitario ya se siente mal por serlo», al pensar que una gran cantidad de gente infravalora o repudían su trabajo por ser el ejecutor principal del ataque ofensivo de su equipo. Dichas palabras,entre otras mucha, le vendrían al pelo al oriundo de Los Ángeles, quién según contaba Gonzálo Vázquez en su Podcast ‘El Reverso’ ahora en NBA España que en una teórica situación de individualismo extremo en ataque, «un método única y exclusivamente basado en aclarados de Harden se iría a 140 puntos por partido». «Una productividad asombrosa», tal y como decía su compañero Andrés Monje en dicho programa.
Con estos elemento en la mano, podríamos comparar a Harden con un buen investigador sin elementos para demostrarlo (debido a su buen uso de la estadística avanzada) o como un buen alumno sin aptitudes para encajar en una empresa o en el sistema educativo actual porque tiene condiciones para sobresalir y no entiende porque le quieren encorsetar o limitar, como el genio incomprendido que no se puede adaptar a un sistema, porque es capaz de crear algo por encima de dicho elemento. Tipos como él, que sacan su orgullo a relucir y quieren que se les reconozca sus hechos,pecan de una actitud en contra de la moda imperante. Un cambio de paradigma que le hace perder valor frente a Allen Iverson, Kobe Bryant (a quién dicha actitud también le costó, Will Chamberlain, Shaquille O’Neal y Michael Jordan (entre otros).
Habrá que encontrar un punto medio para poder valorar a un tipo de su magnitud, que si bien es cierto que puede ser criticado por su forma de actuar, es una figura en el mundo del baloncesto actual que no cuadra con el público al pensar que hay demasiado egocentrismo en su juego, en un deporte no va solo de números y tal vez lo estén pagando, ya que su ‘robotización’ analítica (en la línea de los Rockets) no interesa a los nuevos fans tanto como antaño.
En la época del colectivismo extremo, Harden no encaja haga lo que haga. Su eficacia (a pesar de sus malos porcentajes en diversas ocasiones) asustan en una liga donde los EQUIPOS (si en mayúsculas) como los Spurs son altamente reconocidos, pero actuaciones como las de la barba más famosa de la NBA, que antes de acabar el primer año del curso 2019/2020 promediaba 38,9 puntos/5,9 rebotes/7,5 asistencias y 32 de valoración eficiente.
Hay muchos más ejemplos que encajan aquí. Cada uno puede elegir el suyo. En estas líneas solo se ha mostrado un flagrante caso de irritación ante una figura de alto valor. Tal vez esta frase de Thomas M. Jones sería la adecuada explicar este caso:«Los amigos van y vienen, pero los enemigos se acumulan». Esto pasa porque cada día cuesta más ‘vender’ (por parte de una liga tan global y social como la NBA) a un tipo que va a contracorriente en una sociedad donde todo el mundo quiere seguirla.
Al fin y al cabo, en un mundo donde gente como Harden está mal vista, otra frase sobre el extravagante personaje de Pérez-Reverte antes mencionado vendría como un (ansiado) anillo al dedo, porque a un tipo «al que solo le importa él mismo y pasa por encima de quien haga falta para lograrlo», se encuentra en pleno viaje hacía lograr su objetivo le están cayendo críticas por ser capaz de tener su propio estilo en un ecosistema con tanta presión alrededor.
Esta visión, siendo al menos, el estereotipo que le achaca la sociedad actual, se debe a que lo mira como todo aquello que nunca se atrevieron a ser y por viendo como él lo logra en un sistema tan colectivo como el actual, James Harden se convierte en una molestia para una sociedad que ve en él esa figura cuya sola presencia es capaz de tambalear todo en lo que alguna vez habían creído y cambiarlo para siempre, como cualquier genio en su especialidad es capaz de hacer.