AEK y Burgos se enfrentaban en la final de la competición tras un largo recorrido en los últimos días de la temporada 2019-2020, para poder cerrar lo mejor posible esta extraña edición de la joven competición europea.

El partido empezó con mucha intensidad por parte de ambos equipos, que trataban de forzar cualquier opción en ataque para sacar provecho de ella, pero las defensas fueron poniéndose al mismo nivel, complicando la situación, especialmente, al equipo dirigido por Joan Peñarroya al no poder igualar la intensidad del equipo anfitrión. Tras cinco minutos de juego, el marcador era de 3-9 favorable al equipo local.
Alex Renfroe apareció justo a tiempo para hacer reaccionar al conjunto que vestía de morado, a pesar de que Keith Langford, Tyrese Rice y compañía se mantenían firmes en sus convicciones para mantener el dominio del partido. La aparición de hombres como Ken Horton y Vitor Benite permitió al conjunto burgalés acercarse hasta el 14-24 al final del primer cuarto.
El segundo cuarto empezó con Omar Cook y Thad McFadden conquistando terreno por parte del conjunto burgalés, para igualar la situación, a pesar de que el conjunto ateniense, Nikos Zisis mediante, seguía apretando en cada ocasión que tenía. La poca afición que había del conjunto castellanoleonés en el pabellón animaba cada vez que su equipo daba un paso más en su intento de asaltar el cetro europeo. Con la representación de la afición local animando también a los suyos, el encuentro se quedaba con un marcador de 37-33 a cinco minutos del descanso.
Burgos y AEK seguían golpeando al rival en cada hueco que encontraban, siendo una bandeja de McFadden la mejor representación de ello. El equipo dirigido por Joan Peñarroya cogió el ritmo de partido correcto en el momento adecuado para mantener la ventaja, marcando territorio en ataque (aunque fuera de rebote) y sabiendo aguantar en defensa las embestidas del conjunto dirigido por Ilias Paptheodorou. El marcador lucia un considerable 49-36 al final de la primera parte.
El tercer cuarto empezó con Burgos manteniendo su gran ritmo de juego, provocando que el AEK se encontrase sin ideas para poder 56-41 tras la reanudación.
AEK apretó en defensa para poder acercarse en el marcador, pero el acierto de McFadden desde el triple permitía al conjunto burgalés mantener una cómoda ventaja en el marcador y, poder así, ponerse 68-49 a diez minutos del final del partido.
Al inicio del último cuarto, el AEK volvió a subir las revoluciones para tratar de tener alguna oportunidad de estar en partido, gracias a la anotación de Matt Lojeski y Linos Chrisikopoulos, pero la aportación de Miquel Salvó en esos momentos de partido fueron vitales para mantener las distintancias, siendo el marcador de 78-65 a cinco minutos del final.
Finalmente, Burgos se llevó su primer título al derrotar por 80-68 al AEK de Atenas, tras un encuentro donde el equipo griego sólo dominó el primer cuarto y, desde ahí, fue el conjunto español el que fue en dirección a la victoria.