Es difícil recordar una jugadora con tanto talento como la de Gerona que en su despegue como jugadora, cuando llegó a probar suerte con las Minnesota Lynx, desapareciese de las convocatorias de la absoluta y que tuviera una vuelta a la selección española como la que tuvo en el año 2018, ante de su año a caballo entre Charleville y Sopron. Situaciones como terminar con una mano rota en una final de Copa perdida, su ‘desaparición’ la selección en plena progresión o una Final Four de Euroliga por llegar al lugar y momento adecuados forman parte del particular palmarés de la primera MVP de Valencia Basket (por partida doble).

La situación en la que ha discurrido esta extraña edición de la Eurocup Femenina, que ha terminado coronado al Valencia Basket, el proyecto que nació en 2014 de las cenizas de aquel Ros Casares que fichó a Queralt Casas en aquel 2012 en el que desapareció tras ganar la Euroliga, contra un Rivas Ecópolis en el que la catalana acabó apurando su primera etapa en la LF1, antes de que el equipo ripense desapareciera, no sin antes ganar una Copa, una liga y perder una final contra Salamanca donde se rompió el dedo meñique de la mano derecha al golpear una publicidad sin protección. En 2020 volvió a la Copa, fue casualmente en Salamanca, aunque ni en esa edición ni en la de Valencia en este 2021 (donde perdió en la final con el Uni Girona de su ciudad natal, también rival en las semifinales del año anterior) ha sido capaz de sacarse esa espina. Aunque ya habrá tiempo para ello. Primero centrémonos en sus números de MVP.
Si miramos los datos totales de la temporada en la competición es segunda en minutos jugados y cuarta en apartados como la valoración, más-menos con ella en pista o puntos anotados. Regularidad estadística en la figura de la jugadora más desequilibrante en ambos lados de la pista del conjunto que dirige Rubén Burgos para la que fuera MVP Nacional de la inacabada temporada 2019-2020, éxito individual que ha repetido este año Cristina Ouviña, mostrando el camino a las antiguas representantes de la diáspora nacional, que vuelven a casa en busca de recuperar el tiempo, de algún modo y de la mejor forma posible.
Con una fase regular ante los equipos belgas del Basket Hema o Castor Braine (rival, con Celeste Trahan-Davis en su plantilla, al que se deberían haber enfrentado en los Cuartos de Final de la inacaba edición 19-20), además las francesas del Saint – Amand Hainaut o unas eliminatorias ante el Miskolc húngaro y el ESBVA – LM francés de una de las últimas campeonas de la competición, en la figura de la valenciana Sandra Ygueravide, que realmente puso en apuros al equipo valenciano en el tramo importante de aquel encuentro en La Fonteta; un partido donde anotó 19 puntos, capturó 4 rebotes, repartió 4 asistencias, sumó 18 créditos de valoración y Valencia Basket tuvo un balance de +20 con ella en pista.

Con todo ese camino recorrido,, que el rival en semifinales fuera Carolo parecía cosa del destino, y más teniendo en cuenta que su burbuja de grupos también fue en Valencia. un enfrentamiento casi puesto a propósito para hacer el camino hacia su primer título en su vuelta a España, con DeWanna Bonner abandonando Ramla y dejando vía libre al equipo de las Ardenas, donde seguía su enemiga (¿?), Amel Bouderra, como capitana de aquel equipo que tuvo que abandonar rumbo al Sopron de Roberto Íñiguez (y alcanzar la final de la Euroliga. disputada en la ciudad magiar). Su motivación y su intensidad en pista, no dejaban lugar a duda de que quería cerrar una herida por lo deportivo. La dureza defensiva de la base francesa, tampoco.
Sus 12 puntos y 4 rebotes sentaron como 30 en la moral del equipo aún dirigido por el mismo entrenador que estaba en su etapa, Romuald Yernaux. Prueba del impacto de su buena actuación frente a su ex-equipo fue el nivel de dureza exhibida por las jugadoras del equipo francés, que acabó con una nariz rota y una bronca entre entrenadores que abre una rivalidad Valencia – Carolo que queda pendiente de resolución en algún punto del futuro, aunque al menos la internacional española pudo cerrar su herida particular, en caso de que hubiera alguna abierta, más allá demostrar el error de no tener en consideración su buen trabajo todos aquellos años donde estuvo a gran nivel deportivo y donde parecía que ni clubes ni selección acababan de valorar. Esa debe estar cerrada por completo después de lo visto su rendimiento desde que firmó por Valencia Basket.

La final con Venecia era más una cuenta pendiente del baloncesto valenciano que de la escolta, pero ahí estaba ella para tratar de llevarse un título en el camino de poder saldar (en cierto modo) una cuenta pendiente de la que, indirectamente, formaba parte de un equipo que buscaba darle, de nuevo, un título a la afición valenciana, un título que jamás había conseguido ningún equipo de la región. Y fue con la escolta cosechando su mejor actuación particular en todo el torneo: 20 puntos, 3 rebotes, 3 asistencias y una plegaria a Raquel Carrera (tras darle un balón desde la banda que acabaría en los tiros libres decisivos del encuentro) . Partido completo en todos los aspectos al ser la líder del equipo en los momentos donde Valencia Basket parecía no resistir la embestida del conjunto italiano.
Cierto es que, cuando recibía el balón dorado que la acreditaba como mejor jugadora del evento, dejó patente que ella le hubiera dado el premio de mejor jugadora a su joven compañera Raquel Carrera a la que parecía decir «te lo deberías haber llevado tú, ¿eh?», mientras iba a buscarla para darle la mano para felicitarla de camino a recoger la mencionada pelota que simbolizaba el reconocimiento a mejor jugadora del torneo.
Tal vez tuviera razón. Es más, la gallega nacida en 2001 (con las mismas apariciones en el mejor quinteto de la jornada durante la EuroCup que la propia Casas, pero la joven interior lo hizo en la semifinal) era, seguramente, la que más merecía el premio por lo visto en el conjunto del fin de semana (o Rebecca Allen por ser la máxima anotadora y la mejor valorada del equipo durante toda la competición, por mucho que fuera un premio a mejor jugadora de la final), pero la que fuera MVP del Europeo sub’20 en 2011 es, sin duda alguna, la que más motivos acumulados (sinónimo de cuentas pendientes) tenía para volver a ser reconocida como mejor jugadora en un torneo europeo para consolidar el esfuerzo realizado durante toda la década. Aunque con ello deja la cuenta pendiente a la gallega, que a buen seguro, no tardará en compensarlo.

Revisando un poco su situación, a Queralt Casas aún queda le queda pendiente ganar una final de Copa para quitarse el sabor amargo de las dos últimas que ha perdido, tal vez ganar la Euroliga con un equipo candidato a ello, por aquella de Sopron a la que llegó sin tantas como (aunque ganar un título europeo en Hungría debe convalidarlo, de algún modo) y estar con la selección en los juegos para demostrar su consolidación total (por si hacía falta alguna duda) tras aquél lustro en la que estuvo ausente, en una serie de circunstancias que unen el destino de Queralt Casas con Valencia Basket, como expone la famosa creencia asiática del ‘hilo rojo’, porque parece destinada a vivir cosas importantes defendiendo la equipación taronja o ganar títulos en la propia ciudad (empezando por el Eurobasket de este verano con la selección).
Sea cual sea la circunstancia que rodea a Queralt Casas en este aspecto, lo cierto es que su regularidad concuerda con el 7-0 perfecto que ha hecho el Valencia Basket, porque ni Queralt metió el tiro decisivo ni el equipo en global fue tan dominante durante el septeto de victorias cosechadas en la competición, un hecho que, sin embargo, concuerda a la perfección con el hecho de que la escolta haya sido la jugadora más regular del único equipo invicto de la competición, porque la historia nunca es como empieza o discurre, solo cuenta lo que queda una vez cerrada la cuestión en sí, situación en la que la propia escolta ha demostrado tener calibre MVP durante toda su trayectoria profesional en general y este fin de semana en particular.