Dos expectativas diferentes se cruzaban en el camino para llegar a la final. La sorpresa polaca dejó a la vigente campeona sin opción de reeditar título antes de medirse al equipo que más fortuna ha podido tener con los tiros libres rivales y los tiempos extra, logrando una madurez que puede valer un campeonato, especialmente con la volatilidad que impera en el torneo.

Vicent Poirier machacando frente a toda la defensa de Polonia. Foto de FIBA.

El partido empezó con Francia perdiendo una gran cantidad de balones tras pases sin sentido, que solo Guerschon Yabusele como único valor seguro de no perder un balón y no hacer faltas sin sentido, mientras Polonia seguía con su intento de que sus rivales perdieran los partidos por errores. Tras unos caóticos primeros cinco minutos de juego, el marcador era de 2-5.

Evan Fournier y AJ Slaughter anotar un triple por cabeza para tratar de poner algo más de cordura en el apartado anotador, mientras las pérdidas seguían condicionando el ataque galo de forma inexplicable, al no encontrar una gran resistencia cuando atacaban el aro polaco, especialmente tras combinar dos pases seguidos. Tras cinco minutos de juego, el combinado dirigido por Vincent Collet vencía por un, relativamente cómodo, marcador de 9-15.

El segundo cuarto empezó con Francia poniendo algo más de seriedad a su juego, pese a mantener ciertas torpezas, en forma de pérdidas y tiros alocados. Thomas Heurtel y Vicent Poirier provocaron un primer tiempo muerto con su buen juego que, minutos después, también acabarían forzando Olek Balcerowski y Slaugther, en un tramo más moderado de juego, que dejó un resultado de 14-23 a cinco minutos del descanso.

Polonia, por si le faltaba cualquier tipo de inconveniente a los que ya tenía, terminó contagiándose de los errores de su rival (saltos sin sentido a por el rebote, pases mal dados y faltas sin sentido) para dejar que la selección francesa siguiera a lo suyo. El combinado dirigido por Igor Milicic vio como su equipo se hundía hasta el 18-34 al final de la primera parte.

Tras la reanudación, Francia empezó poniendo su máxima diferencia en el torneo tras estar (como en 2013) en una de las primeras partes con anotación más baja de la historia. Balcerowski y Michal Sokolowski trataron de remediar el agujero en el que se había metido su equipo, pero Guerschon Yabusele, Evan Fournier y compañía dejaron claro que querían ser finalistas. El marcador tras cinco minutos de juego era de 25-46.

Yabusele mantuvo su capa de superhéroe en el tramo de más anotación del equipo polaco, con Mateusz Ponitka liderando a varios jugadores secundarios, que prácticamente no habían aparecido durante todo el torneo, pero que les servía para que la diferencia no fuera mayor. A diez minutos del final, el marcador era de 36-64 tras un triple de Ellie Okobo.

El último cuarto empezó con Okobo liderando el equipo ‘B’ de Francia, una vez la distancia y el continuo mal juego del equipo polaco (nunca habían terminado un partido con tan mal porcentaje de tres desde 1995) permitían, con tiempo suficiente, una rotación amplia rotación, que aún así permitió un marcador de 41-80 con cinco minutos todavía por disputarse.

Finalmente, Polonia (como ocurrió en 1968) recibió el diferencial más abultado de la competición a estas alturas de torneo, siendo Francia (igual que lo hizo la extinta Unión Soviética en el precedente) la que imprimió un serio correctivo, rubricado en un marcador de 54-95 al final del partido.