En 2011, Kyrie Irving fue elegido como el número uno de su clase del draft por los Cleveland Cavaliers. Un base eléctrico, con una capacidad de manejo del balón nunca vista y un tiro exterior amenazante. Bandejas imposibles y un estilo de jugador ideal para una liga como la NBA. Hoy en día, su cabeza está en otra parte.

NEW YORK, NEW YORK – NOVEMBER 01: Kyrie Irving #11 of the Brooklyn Nets looks on from the bench during the second quarter of the game against the Chicago Bulls at Barclays Center on November 01, 2022 in New York City. NOTE TO USER: User expressly acknowledges and agrees that, by downloading and or using this photograph, User is consenting to the terms and conditions of the Getty Images License Agreement. (Photo by Dustin Satloff/Getty Images)

Kyrie Irving fue desde el primer momento una máquina de highlights. Tras la vuelta de LeBron James a casa, unieron fuerzas y levantaron juntos el campeonato de 2016. Parece mentira pero a veces se olvida que Kyrie Irving es campeón de la NBA y que además lo ganó con aquel triplazo en el séptimo partido de las finales. Hoy en día, no queda nada de ese jugador.

Tras su salida de los Cavaliers, recaló en Boston. Un movimiento extraño pero entendible desde cierto punto de vista. No quería ser el guardaespaldas de LeBron, quería ser el líder de un equipo. Por eso los Celtics confiaron en él para liderar un proyecto que tardó menos de una temporada en destrozarse internamente. Entre lesiones, fracasos, mentiras y malas relaciones, Kyrie acabó saliendo como agente libre poco después para fichar por los Brooklyn Nets, el equipo de la ciudad en donde creció. Unía fuerzas esta vez con Kevin Durant, otra superestrella con la que forjó una gran amistad fuera de las canchas especialmente gracias al Team USA.

Su etapa en Brooklyn es digna de película de comedia. Ausencias inexplicables, el lío de la vacuna por el cual estuvo prácticamente un año sin jugar, enganchones por redes sociales, discusiones con compañeros y entrenadores o traspasos y demandas de traspasos. Ahora, en el último capítulo de la saga de Kyrie en los Nets, llega la bomba. El base publicó un mensaje polémico en sus redes sociales donde promocionaba una película-documental de Amazon Prime de temática antisemita. Adam Silver (quién ya ha dicho públicamente que se reunirá con el propio jugador en persona en los próximos días), el comisionado de la NBA, es judío, para que se hagan una idea. Entiendan la magnitud de la polémica que se ha generado estos días en Estados Unidos. Uno de sus mejores jugadores invita a sus millones de seguidores a escuchar mensajes antisemitas en pleno 2022. ¿Lo más sorprendente de todo? Se sale de rositas. Ninguna suspensión. Ninguna multa.

Y para más rocambolesca, Steve Nash es despedido como entrenador de los Brooklyn Nets. Una decisión que cualquiera que siga medianamente la NBA sabe de dónde viene. Kyrie Irving hace años que se convirtió en un juguete roto. Su afán por convertirse en una figura política y social fuera de las canchas ha echado a perder al que era un talento generacional. Desde aquel triple en las finales de 2016 no hemos vuelto a ver al mismo jugador. Sí, ha tenido actuaciones buenas aquí y allí, pero su consistencia ha desaparecido. Es una lástima cómo la cabeza y la estabilidad mental puede dirigir una carrera del estrellato a la disfuncionalidad, convirtiendo su propia carrera en un juguete roto.